"Ellos no lo ven como lo vemos nosotros: tienen otra cabeza. Por eso con Coco siempre les recomendamos a los papás que tienen hijos más grandes que los traigan para que conozcan al hermanito o la hermanita. Ellos saben. Creeme Luna tiene que tener contacto con su hermano…Los chicos, cuando son chicos, ven al bebé y nada más. No entienden mucho donde están. Ellos tienen una capacidad asombrosa para abstraerse de alrededor y concentrarse solo en lo que les interesa…Ella lo va a ver a él. Solo a él. Por eso siempre decimos que lo ideal es que los hermanos entren, estén presentes, empiecen a formar el vínculo desde los primeros días.”
Josch, Michael; “770 Gramos”; Editorial Planeta; Buenos Aires, Argentina; 2018)
Tener un hermano/a es uno de los más preciosos regalos que puede darnos la vida. Es sentir que nunca más estaremos solos. Un hermano es nuestro primer cómplice, compinche, compañero de aventuras. Sin embargo, ese nacimiento es sinónimo de cambio en la vida de los mapadres y de los hermanos mayores, más aún cuando esa llegada se produce de manera repentina e inesperada.
“Estás con casi seis centímetros de dilatación, tu bebé va a nacer hoy”, escuchó Maia de la boca del obstetra que la atendió en la guardia, aquella mañana de jueves, hace siete meses, minutos antes de dar a luz a Felipe con apenas 34 semanas de gestación y dos kilos: “Brisa, de seis años, la noche anterior estaba con fiebre y entre sueños decía que su hermano iba a nacer. Ella lo presentía”, cuenta esta mamá que estuvo 23 días en Neo junto a su bebé y agrega que “el primer encuentro entre Feli y sus hermanos se produjo a las 48 horas de nacido. Primero entró Brisa conmigo y después entró Joaco, de 17 años, con el papá. La nena, en ese momento, no veía todo lo que estaba sucediendo a su alrededor, lo único que quería era levantar el vidrio de la incubadora y alzar a su hermanito”.
Felipe continuaba recuperándose pero, dos semanas después de haber conocido a su hermana y a su hermano, cuando parecía estar listo para irse a casa, le bajó la saturación de oxígeno en sangre y tuvieron que volver a ponerlo en la incubadora e intubarlo mientras le realizaban distintos estudios de sangre y orina para detectar qué era lo que tenía. Había que empezar de nuevo y tanto Joaco como Brisa, sin buscarlo, se convirtieron en los motores fundamentales de la recuperación de su pequeño hermanito. Sus voces le transmitieron a Feli la fortaleza que necesitaba para luchar por vivir: “Hacía un día y medio que no agarraba la teta, solo quería estar en brazos de Pedro, el papá, y míos, hasta que llegaron el hermano y la hermana. Fue un momento hermoso, muy emocionante. Primero entró la nena le empezó a hablar y el bebé abrió los ojitos, después entró el varón y al escucharlo volvió a abrir los ojos y empezó a moverse un poquito, y un ratito después ya estaba prendido a mi pecho”, recuerda Maia con una sonrisa mientras sostiene en brazos al protagonista de esta historia, que balbucea como si reconociera la importancia de tener a Brisa y a Joaco en su vida.
Ser hermano/a mayor no es tarea sencilla, sobre todo cuando los hijos mayores son pequeños, experimentan sensaciones que van desde la angustia y el enojo hasta la ansiedad por querer que el futuro hermanito nazca ya, hasta los celos por tener que compartir no solo a mamá y papá, sino también a los abuelos, tíos y primos, entre otros familiares. Más difícil aún resulta ser hermano/a mayor de un bebé prematuro. Por eso, una vez pasado el momento crítico del recién nacido, es fundamental que los mapadres, puedan expresarles a sus hijos/as mayores que la llegada del nuevo integrante a la familia no cambia el amor que sienten por ellos, explicarles, de manera simple, que se ausentaron durante muchas horas de la casa porque necesitaban estar cerca de su hermanito/a, así como también darles sus espacios, su momento, ocuparse de ellos, contenerlos cuando aparecen los celos y, por supuesto, hacerlos partícipes de la nueva rutina. Ser parte, junto a los mapadres, de las tareas de cuidado de su hermano/a menor les hará sentirse valientes, grandes e importantes. Y así pronto, tal como les sucedió a Joaco y a Brisa con Felipe, se convertirán en ese primer cómplice, compinche, compañero de aventuras que llenará de amor a ese pequeño ser que lleva su misma sangre.
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