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Foto del escritorAnalía Barone

“Soy un nene que descubre algo nuevo en este mundo y necesita saber qué es, cómo llegó, para qué sirve. Una cicatriz en el medio de la espalda. Una historia. Un por qué. Una señal. ¿Un guiño del destino? La piel se me eriza. ¿Cómo fue posible? Sé que de bebé me operaron del ductus, pero ¿qué significa y qué es el ductus? ¿Cómo hicieron para operarme siendo tan chiquito? ¿Por qué la espalda?... ¿Siempre fue tan grande la cicatriz? ¿Qué hacía yo mientras estaba internado? ¿Por qué nací tanto tiempo antes? ¿Cómo fueron esos días? ¿Cómo era el día a día? ¿Qué pasó después? ¿Por qué yo?”


Josch, Michael; “770 Gramos”; Editorial Planeta; Buenos Aires, Argentina; 2018)

 

La llegada de los hijos al mundo siempre, por diferentes motivos, es un momento muy especial para los mapadres y para toda la familia de la personita por nacer. Instantes únicos e irrepetibles donde la felicidad y el miedo se entrecruzan con los nervios, la alegría, la ansiedad y el más profundo deseo de que el parto transcurra con normalidad y todo salga bien. Sin embargo, existen múltiples factores por los que un embarazo puede no llegar a término y debe adelantarse el parto. Entonces, inmediatamente, surge la pregunta: ¿Qué sucede con los bebés que, como Michael, nacen antes de las 40 semanas de gestación? ¿Y con sus mapadres? ¿Cómo se transitan esos días tan decisivos en la vida de sus hijos?


Se los conoce comúnmente como bebés prematuros. Ellos, lejos del calor del pecho materno, pasan sus primeros días de vida, semanas y hasta meses en unidades de cuidados intensivos neonatales, más conocidas como Neonatología, o simplemente Neo. Pero ¿Cómo será habitar el mundo, desde los primeros instantes, en una incubadora? ¿Las Neo son como las que vemos en las películas, un cálido espacio repleto de cunas donde los recién nacidos descansan al son de amorosas canciones que las enfermeras recitan sin cesar?


Las Neo, en realidad, son amplias salas, cuidadosamente desinfectadas para impedir que los gérmenes externos entren en contacto con los recién nacidos. Las incubadoras funcionan como si fueran un ‘útero artificial’, un espacio confortable donde los bebés reciben atención y cuidados permanentes de parte de los médicos/as y enfermeras/os. Los registros del peso, la temperatura corporal, la presión sanguínea, el monitoreo constante de los signos vitales y las aspiraciones nasales son prácticas habituales, que se reiteran varias veces al día, en cualquier sala de neonatología. Debido a que algunas de las complicaciones más comunes asociadas a los nacimientos prematuros son la inmadurez de los pulmones, la dificultad para regular la temperatura corporal, la intolerancia a la leche y la lentitud en el aumento de peso, entre otras.


Entonces, si por un momento, pudiésemos ponernos en la piel de los bebés nacidos antes de tiempo, seguramente, podríamos decir que poco o nada entendíamos de aquellas primeras vivencias: un continuo y molesto “pi, pi, pi”, se mezcla con las recurrentes voces de médicas/os y enfermeras/os, pero aún no escuchamos las voces de nuestros mapadres. Pasan varios días o, tal vez, semanas hasta que podamos conocerlos. Fríos y pegajosos electrodos invaden nuestros pequeños cuerpos y, mediante un manojo de finos cables de colores, nos mantienen conectados a la vida. Estamos calentitos. Un ventilador nos ayuda a respirar, tenemos colocada una vía central que va directo al corazón y, por ahí, nos suministran medicación, por otra vía nos hidratan y por otra, recién cuando estamos listos, recibimos alimentación. Los médicos/as y enfermeros/as prueban a ver si logramos tolerarla y se alegran cuando aumentamos de peso. Es una buena señal. Sus manos suaves y gigantes nos revisan constantemente, a veces, no nos dejan dormir. Entran y salen, corren desesperados cuando alguno de nosotros se siente mal.


En las salas de Neo somos muchos bebés y, aunque no nos conocemos, todos festejamos cuando uno de nosotros logró sobreponerse al hecho de haber nacido prematuro y está listo para abandonar la incubadora e irse a casa con la familia. ¡Por fin! Nos vamos felices, en los brazos de nuestros mapadres, a conocer el mundo exterior: ¡la vida puertas afuera de la Neo! Pero sin olvidar el amor, la dedicación y el compromiso de los profesionales que nos brindaron la atención adecuada y creyeron, siempre, en nosotros y en nuestras ganas de vivir.



 

Los últimos datos del Ministerio de Salud de la Nación, publicados en noviembre de 2021, como parte de la conmemoración de la Semana de la Prematurez, destacan que cada año nacen aproximadamente 15 millones de niños prematuros en el mundo y que la incidencia de este tipo de nacimientos viene en ascenso durante las últimas décadas. Respecto a lo que sucede en nuestro país, en 2019, sobre un total de 625.441 nacidos vivos, 55.709 no llegaron a la semana 37 de gestación, lo que representa un 8,9% de nacimientos prematuros.

 


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