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Foto del escritorAnalía Barone

A Romina, en diciembre de 2015, su mamá le donó el órgano que le permite seguir viviendo. Ocho años después de haber sido trasplantada de riñón, en un profundo acto de amor y agradecimiento a su pareja por haberla acompañado en uno de los momentos más difíciles de su vida, ella decidió darle una hija: “Vicky es un regalo, una enorme recompensa a tantos años de dolor”, afirma esta mamá orgullosa aunque reconoce que antes de buscar un embarazo tuvo que retomar terapia porque nunca había tenido demasiadas intenciones de maternar y no se sentía preparada para hacerlo: “Sentía miedo pero, al mismo tiempo, era lo que necesitaba para sentirme completa como mujer y demostrarme que podía criar una hija”, señala.

 

Arriesgar la vida para dar vida. Más allá de la decisión de maternar, para Romina no fue sencillo concebir. Fue un proceso largo que incluyó consultas con su nefróloga, un estudio para ver si podían cambiarle los corticoides e inmunosupresores, esperar que los resultados fueran favorables, comenzar a tomar la nueva medicación, esperar un mes y recién después iniciar la búsqueda de quedar embarazada. Situación que se dio al cuarto mes.


Al ser paciente de riesgo, una de las mayores complicaciones que podía presentar durante el embarazo era la hipertensión y fue lo que finalmente sucedió. Al respecto, explica que “la idea era tener a mi beba en la semana 34 o 35 para que estuviese unos días en Neo, pero tuvieron que sacármela antes porque al crecer hacía presión sobre el órgano trasplantado y, además, no lograban controlarme la presión arterial”. Vicky, que ahora tiene un año, nació con 1.090 kilogramos y treinta semanas de gestación: “Cuando la tuve casi pierdo el riñón porque no me dieron la medicación adecuada y la presión no bajaba, así que estuve dos días en terapia intensiva y ella todo ese último período de desarrollo lo vivió en una Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales”, relata esta mamá prematura sobre la llegada anticipada de su hija y continúa asegurando que “no fue fácil porque, si sabía que podía adelantarse el parto, no esperaba que fuese dos meses antes. Nunca estás preparada para ver sufrir a tu hijo/a. Todos los días salía del hospital llorando porque me iba a casa y dejaba a Vicky internada en la Neo”.


Una luz de esperanza en medio del dolor


Enero de 2013. Un fuerte dolor en la boca del estómago acompañado de un cansancio extremo le hicieron sentir a Romina que debía ir la guardia del Hospital Militar. Tenía 27 años, estaba de pie, consciente, aunque nunca supo cómo porque sus riñones ya no funcionaban. Un análisis de sangre y una ecografía de partes blandas diagnosticaron una insuficiencia renal crónica que derivó en cuatro días de internación en terapia intensiva y en su primera diálisis: “No entendía nada. Mi abuelo falleció en una terapia intensiva, entonces asocié ese momento con lo que me estaba pasando y pensé que me iba a morir ahí adentro. Sentí mucho miedo”, reconoce al repasar los primeros instantes de un mundo que, por aquellos años, le resultaba desconocido. Es que la necesidad de recibir un trasplante para seguir viviendo es un tema difícil de afrontar.


En marzo de ese mismo año nació su ahijado y sobrino: “Él, inconscientemente, me dio fuerzas para seguir. Para salir adelante y pelear por vivir, fue una luz de esperanza en medio de la oscuridad”, revela Romina. A aquellos días de sensaciones y sentimientos encontrados, le siguieron dos años de diálisis tres veces por semana, entre cuatro y seis horas, más un sinfín de complejos estudios previos a la cirugía en la que recibiría un riñón de su mamá. Acerca de ese proceso destaca la importancia de contar con una adecuada atención psicológica: “Por momentos, tuve muchas crisis, no quería levantarme de la cama, tuve que hacer mucha terapia. A nivel familiar fue un shock para todos. Para mis padres fue duro, ellos tuvieron una infancia y una vida muy dura, siempre fue duro. Yo me apoyé fundamentalmente en mi pareja, el papá de mi hija, que estuvo conmigo en todo momento”.


Romina y una nueva oportunidad de vivir que llegó de la mano de su mamá


La posibilidad de realizarle el trasplante llegó en diciembre de 2015, una vez que su mamá logró alcanzar el peso indicado para poder ingresar al quirófano. El procedimiento estuvo a cargo del equipo de profesionales del Centro Regional de Ablación e Implante Norte, ubicado en el Partido General San Martín, en la zona Norte del Gran Buenos Aires. Allí, tanto Romina como su mamá, encontraron la contención y la confianza necesaria para enfrentar la intervención quirúrgica. Los médicos les explicaron, por ejemplo, porqué era importante que la donante bajara de peso. Ocurre que el exceso de grasas que una persona tiene en la capa externa de la piel, es el mismo que tiene por dentro. Entonces, cuanto menor sea la cantidad de grasa corporal, más fácil será remover el órgano que debe extirparse y ser injertado en el cuerpo de la persona receptora.


Otro dato interesante a tener en cuenta es que los médicos siempre apuntan a que, en la medida de lo posible, los/as donantes sean familiares directos de la persona que va a ser trasplantada y aunque haya un posible donante, como sucedió en el caso de Romina, los profesionales del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI) le explican a los pacientes que, igualmente, deben ingresar a la lista de espera de órganos y tejidos.


La vida después de recibir un trasplante de órganos


“No es fácil tener que dializarse ni ser una persona trasplantada”, asume Romina. Es que los riñones son órganos muy perezosos, entonces les cuesta arrancar a trabajar por sus propios medios. Por eso, su riñón comenzó a funcionar normalmente recién a los diez días de haber sido trasplantada. Ahí comenzó otro camino, un tedioso y extenso período de recuperación: “El primer año posterior al trasplante la pasé muy mal porque los primeros tres meses estuve aislada, sin tener contacto con nadie, para preservarme de cualquier virus y/o bacteria pero aún así, al estar inmunodeprimida, tenía las defensas muy bajas y me agarré tuberculosis. Perdí mucho peso. Para repuntar tuve que respetar todas las comidas y extremar las medidas de cuidado”, afirma esta joven mujer que, luego de haberle puesto cuerpo, alma y mente a la adversidad, salió adelante gracias al profesionalismo de los médicos que la atendieron y a la enorme generosidad de su madre.


Romina no tiene aspiraciones demasiado pretenciosas. Hoy elige no hacer grandes proyecciones de futuro y en cambio, disfruta día a día de su familia. Anhela poder darle a su hija una educación de calidad y transmitirle el valor de la vida. Por eso, en ese constante andar de enseñanzas y aprendizajes, Romina concluye con una contundente reflexión sobre la importancia de manifestar la voluntad de ser donante: “Tanto donar los órganos de un familiar fallecido como donar sangre son profundos actos de amor a la vida. Significa darle a una persona enferma la oportunidad de seguir viviendo”.


 

Este año, como cada 30 de mayo, el Ministerio de Salud de la Nación y el INCUCAI conmemoraron el Día Nacional de la Donación de Órganos, en homenaje al nacimiento del hijo de la primera paciente que dio a luz después de haber recibido un trasplante en un hospital público.


Bajo el lema #SomosDonantes, con actividades en todo el país, la fecha buscó promover la donación de órganos y tejidos, así como también generar conciencia ciudadana acerca de la importancia de contar con información clara y precisa que permita derribar falsas creencias y asumir la voluntad de donar. Ser donantes y/o donar los órganos y/o tejidos de nuestros seres queridos que han fallecido significa ser posibilidad de vida y salud para nuestros semejantes. Significa ayudar, torcer un destino, ser artífice de un renacer que tendrá como protagonistas tanto a quien decidió donar sus órganos como a quienes los reciban.


Los últimos datos del INCUCAI, publicados recientemente, dan cuenta de que, en los primeros cinco meses del 2023, se realizaron 1502 trasplantes de órganos y córneas, de los cuales 117 fueron pediátricos, es decir que se llevaron a cabo en menores de 18 años. Para conocer más sobre esta temática que nos involucra a todas y todos, podés ingresar a: https://www.argentina.gob.ar/salud/incucai





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